Proponemos durante este mes de Noviembre -dedicado a los fieles difuntos- releer y meditar los párrafos que el Catecismo de la Iglesia Católica dedica a las realidades últimas (la muerte, el juicio, el cielo, el infierno , el purgatorio…). De ahí sacaremos motivos de esperanza y de optimismo, y un impulso nuevo para la pelea de cada jornada.
Con la muerte concluye el tiempo de realizar buenas obras y de merecer ante Dios. Para resucitar con Cristo, es necesario morir con Cristo, es necesario “dejar este cuerpo para ir a morar cerca del Señor” (2 Co 5,8). En esta “partida” (Flp 1,23) que es la muerte, el alma se separa del cuerpo. Se reunirá con su cuerpo el día de la resurrección de los muertos (cf. Credo del Pueblo de Dios, 28).
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Los Fieles Difuntos
Muchos cristianos fallecidos esperan el momento de encontrarse con el Padre celestial, purificando durante un tiempo sus pecados. Además de los numerosos sufragios que podemos ofrecer por ellos a lo largo del año, la Iglesia nos invita en este día a rezar especialmente por nuestros hermanos difuntos, para acortar su tiempo de estancia en el Purgatorio y que el Señor se digne abrirles cuanto antes las puertas del Cielo. “Estos que visten estolas blancas, ¿quiénes son y de dónde han venido…? Éstos son los que vienen de la gran tribulación y han lavado sus estolas y las han blanqueado en la sangre del Cordero. Por eso están ante el trono de Dios, y le adoran día y noche en su templo.”
(Apocalipsis 7,13-15)
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