La familia se reúne para hacer la oración: se
prepara la Biblia, el icono de la Sagrada Familia y una vela.
Empezamos
poniéndonos en presencia de Dios, y nos santiguamos: “EN EL NOMBRE DEL PADRE…”
INTRODUCCIÓN:
El Adviento es tiempo de:
-
espera-memoria
de la primera y humilde venida del
Salvador en nuestra carne mortal. Se nos invita a la conversión mediante la voz
de los profetas, y sobre todo de Juan Bautista:“Convertíos, porque está cerca
el reino de los cielos” (Mt 3,2)
-
espera-súplica
de la última y gloriosa venida de
Cristo, Señor de la historia y juez universal. El Día anhelado en cada
Eucaristía por el grito ¡Maran atá!, ¡ven
Señor!, en el que la promesa se convertirá en posesión, la fe en visión y
“nosotros seremos semejantes a él porque le veremos tal cual es” (1 Jn 3,2)
HIMNO
Tiempo de espera,
tiempo de esperanza.
Es el Señor el que llega.
¡Ven a
salvarnos, Señor!
Tú,
que sueñas otros días,
otros
cielos, otra tierra.
¡Se
han cumplido ya los tiempos,
es
la hora del Señor!
Tú,
que marchas en las sombras,
Tú,
que buscas claridades.
Tú,
que en medio de las cosas,
vas
buscando la verdad.
Tú,
que luchas por un mundo
de
justicia verdadera.
Tú,
que buscas otras sendas
de
unidad y libertad.
Tú,
que sufres en la espera.
Tú,
que tensas la esperanza:
El
Señor es el que llega.
¡Él
nos da la salvación! Amén.
Vivimos como si la vida cristiana fuera lo que nosotros
hacemos con Dios, pero la verdad es que Jesús es el Dios-con-nosotros.
… Mientras estaba él en estos pensamientos, un ángel del Señor
se le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir en tu
casa a María, tu mujer, pues lo que se ha engendrado en ella es obra del
Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y le
pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados.
Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que dijo el Señor por
el profeta: “He aquí que la Virgen concebirá y parirá un hijo, y le pondrán por
nombre Emmanuel, que quiere decir: Dios con nosotros”
Al despertar
José del sueño, hizo como le ordenó el ángel del Señor, recibiendo en casa a su
mujer; y sin que él la conociese, dio a luz un hijo y le puso por nombre Jesús.
(Mt
1, 20-25)
Cómo nos interpela lo que vemos en el portal de belén.
Vemos ante todo pobreza.
Basta abrir los ojos. Éste es el
alojamiento y la decoración que el Padre Eterno ha preparado para la entrada de
su Hijo en este mundo.



La castidad y la pureza.
Es un nacimiento virginal, María es
virgen, Jesús será virgen, pureza de San José.





Obediencia. Jesús viene a este mundo y en estas
circunstancias por amor obedencial al Padre, y dijo al entrar en él: he aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu
voluntad (Hb 10,7) María y José fueron a Belén obedeciendo a un mandato
humano y viendo en él los designios de Dios.




Humildad. El Hijo eterno de Dios yace en un pesebre; la
Sagrada Familia, la más amada y predilecta de Dios, morando en un establo, nos
muestra esa humildad aceptada y querida. A esta luz analicemos:



Amor. Todos los gestos, palabras, acciones de María
y José son manifestaciones de amor. Contemplemos la cariñosa acogida que dan
los pastores. Jesús nace en amor de indiscriminada entrega de sí a todos los
hombres. El amor es la base del cristianismo y el primer y más importante de
todos los mandamientos.






Diligencia. Observemos la prontitud de los pastores en
acudir al portal.





Piedad. Los
pastores encontraron a María, a José y al Niño, y lo veneraron.






Interiorización.
La escritura nos dice: María guardaba todas estas cosas y las
meditaba en su corazón (Lc 2, 19)



Apostolado. Los pastores “dieron a conocer lo que les habían dicho acerca de aquel Niño, y todos
los que lo oyeron se maravillaban” (Lc 2, 17-18).



SALMO 24 ORACIÓN POR TODA CLASE DE NECESIDADES
La esperanza no defrauda
(Rm 5,5)
A ti, Señor, levanto mi alma;
Dios
mío, en ti confío,
no
quede yo defraudado,
que no
triunfen de mí mis enemigos;
pues
los que esperan en ti no quedan defraudados,
mientras
que el fracaso malogra a los traidores.
Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme
en tus sendas;
haz que
camine con lealtad;
enséñame,
porque tú eres mi Dios y Salvador,
y todo
el día te estoy esperando.
Recuerda, Señor que tu ternura
y tu
misericordia son eternas;
no te
acuerdes de los pecados
ni de
las maldades de mi juventud;
acuérdate
de mí con misericordia,
por tu
bondad, Señor.
El Señor es bueno y es recto,
enseña
el camino a los pecadores;
hace
caminar a los humildes con rectitud,
enseña
su camino a los humildes.
Las sendas del Señor son misericordia y
lealtad
para
los que guardan su alianza y sus mandatos.
Por el
honor de tu nombre, Señor,
perdona
mis culpas, que son muchas.
¿Hay alguien que tema al Señor?
Él le
enseñará el camino escogido:
su alma
vivirá feliz,
su
descendencia poseerá la tierra.
El Señor se confía con sus fieles
y les
da a conocer su alianza.
Tengo
los ojos puestos en el Señor,
porque
Él saca mis pies de la red.
Mírame, oh Dios, y ten piedad de
mí,
que estoy
solo y afligido.
Ensancha
mi corazón oprimido
y
sácame de mis tribulaciones.
Mira mis trabajos y mis penas
y
perdona todos mis pecados;
mira
cuántos son mis enemigos,
que me
detestan con odio cruel.
Guarda mi vida y líbrame,
no
quede yo defraudado de haber acudido a ti.
La
inocencia y la rectitud me protegerán
porque
espero en ti.
Salva, oh Dios a Israel
de
todos sus peligros.
ORACIÓN
DE LA FAMILIA
Oh
Dios, de quien procede toda paternidad
en el
cielo y en la tierra,
Padre,
que eres Amor y Vida,
haz que
cada familia humana se convierta,
por
medio de tu Hijo Jesucristo, nacido de mujer,
y
mediante el Espíritu Santo, fuente de caridad divina,
en
verdadero santuario de la vida y del amor
para
las generaciones que siempre se renuevan.
Haz que
tu gracia guíe los pensamientos
y las
obras de los esposos
hacia
el bien de todas las familias del mundo.
Haz que
las jóvenes generaciones
encuentren
en la familia un fuerte apoyo
para su
crecimiento en la verdad y el amor.
Haz que
el amor,
corroborado
por la gracia del sacramento del matrimonio,
se
demuestre más fuerte que cualquier debilidad y cualquier crisis
por las
que a veces pasan nuestras familias.
Te
pedimos, finalmente,
por
intercesión de la familia de Nazaret,
que la Iglesia
en todas las naciones de la tierra
pueda
cumplir fructíferamente su misión
en la
familia y por medio de la familia.
Tú, que
eres la Vida, la Verdad y el Amor,
en la
unidad del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Orar
con la Corona de
Adviento.
1º Domingo de Adviento
Encendemos, señor, esta luz
en este domingo de Adviento,
para mantenernos despiertos y en
pie,
como centinelas avispados,
ante el Hijo del Hombre que
viene,
el Futuro glorioso que nos
aguarda,
a despertar nuestra débil y
adormilada esperanza.
Despiértanos, Señor,
para avistar a los desesperados
de la vida,
para poder ver a los que solo
esperan cosas
menores que ellos mismos,
para entrever a los que no tienen
ilusión en Ti
para divisar a los que tienen su
futuro cargado
de dudas e increencias.
Señor, para que en nuestro
entorno seamos
testigos claros de tu luz
y motivos creíbles de esperanza
¡Marana tha, ven, Señor Jesús!
(Se puede cantar)
2º Domingo de Adviento
Deseamos, Señor,
con esta segunda luz que
encendemos,
que intensifiques el resplandor
de tu rostro
para los que viven en tinieblas
y en sombras de muerte.
Que la luz de tu presencia,
alumbrada en nuestras vidas,
nos haga percibir nuestras
orgullosas altiveces y
nuestros abismos de pecado.
Equilibra y allana nuestras
vidas, Señor,
y haznos caminos de acceso a Ti
para los hombres en destierro,
alejados de Ti y de los hermanos.
Señor, para que seamos contigo
luz atrayente y seductora,
¡Marana tha, ven, Señor Jesús!
3º Domingo de Adviento
Encendemos, Señor, esta tercera
luz
más cercanos ya a la noche buena
de la Luz Mayor.
Queremos dar testimonio de tu
Luz, Señor,
como hizo Juan el Bautista,
no somos nosotros la Luz , pero sí los testigos
de la Luz verdadera venida a este
mundo.
Deseamos, Señor,
con esta tercera luz que
encendemos,
que el fuego de tu Espíritu
encienda
nuestros corazones
y los convierta en luminarias
para los demás.
Danos un corazón que vea
las necesidades del prójimo
para compartir con él lo mejor
que somos y tenemos.
Quema en tu hoguera, Señor,
toda la paja de nuestras vidas
y reúne nuestros granos en pan
comunitario
para renacer en Belén, la Casa del Pan.
Para que te revelemos como buena
y gozosa Noticia para los hombres,
tan necesitados de reconocerse como hijos de
Dios
en la cuna comunitaria de Belén,
¡Marana tha, ven, Señor Jesús!
4º Domingo de Adviento
Encendemos, Señor, esta cuarta
luz,
redoblando nuestro deseo de
llegar
limpios e irreprochables,
a tu gran Día sin ocaso.
Oh, Dios restáuranos;
que brille tu rostro y nos salve.
Te necesitamos, Cristo, a Ti,
Luz viva y verdadera,
para aclarar e iluminar los
caminos
que nos conduce a Ti,
Camino de los caminos humanos.
Enciéndenos tú, Señor,
nuestras lámparas que te esperan,
cargadas del aceite de nuestras
mejores obras.
Que te alumbremos, como María,
Aurora del Sol naciente,
en nuestras palabras y obras
para luz del mundo y de los
hermanos.
Para que así sea, Luz de Luz,
Dios verdadero de Dios verdadero,
¡Marana tha, ven, Señor Jesús!
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