El Valor de la Vida en
sus Últimas Etapas
El elogio en la palabra
Lectura del libro del Eclesiástico 44, 1.10-15:
Lectura del libro del Eclesiástico 44, 1.10-15:
“Hagamos el elogio de los hombres de bien, de la serie de nuestros antepasados.
¿Qué diremos de ellos? Fueron hombres de bien: su esperanza no se acabó; sus
bienes perduran en su descendencia; su heredad pasa de hijos a nietos. Sus
hijos siguen fieles a la alianza, y también sus nietos, gracias a ellos. Su
recuerdo dura por siempre; su caridad no se olvidará.
Sepultados sus cuerpos en paz, vive su fama por generaciones; el pueblo cuenta
su sabiduría, y la asamblea pregona su alabanza”.
En este párrafo está el perfume de la historia, creación, descendencia, amor
puro. Los padres participan un poco del poder del Padre Eterno, creador, y sus
hijos se crían en el regazo de sus corazones, en el sudor de sus manos, y en la
educación de sus aptitudes.
Depositarios de la memoria colectiva
10. Es urgente recuperar una adecuada perspectiva desde la
cual se ha de considerar la vida en su conjunto. Esta perspectiva es la
eternidad, de la cual la vida es una preparación, significativa en cada una de
sus fases. También la ancianidad tiene una misión que cumplir en el proceso de
progresiva madurez del ser humano en camino hacia la eternidad. De esta madurez
se beneficia el mismo grupo social del cual forma parte el anciano.
Los ancianos ayudan a ver los acontecimientos terrenos con
más sabiduría, porque las vicisitudes de la vida los han hecho expertos y
maduros. Ellos son depositarios de la memoria colectiva y, por eso, intérpretes
privilegiados del conjunto de ideales y valores comunes que rigen y guían la
convivencia social. Excluirlos es como rechazar el pasado, en el cual hunde sus
raíces el presente, en nombre de una modernidad sin memoria. Los ancianos,
gracias a su madura experiencia, están en condiciones de ofrecer a los jóvenes
consejos y enseñanzas preciosas.
Desde esta perspectiva, los aspectos de la fragilidad
humana, relacionados de un modo más visible con la ancianidad, son una llamada a
la mutua dependencia y a la necesaria solidaridad que une a las generaciones
entre sí, porque toda persona está necesitada de la otra y se enriquece con los
dones y carismas de todos.
A este respecto son elocuentes las consideraciones de un
poeta que aprecio, el cual escribe: “No es eterno sólo el futuro, ¡no sólo!...
Sí, también el pasado es la era de la eternidad: lo que ya ha sucedido, no
volverá hoy como antes... Volverá, sin embargo, como Idea, no volverá como él
mismo”(16)…
“Honra a tu padre y a tu madre”
11. ¿Por qué, entonces, no
seguir tributando al anciano aquel respeto tan valorado en las sanas
tradiciones de muchas culturas en todos los continentes? Para los pueblos del
ámbito influenciado por la Biblia, la referencia ha sido, a través de los
siglos, el mandamiento del Decálogo: “Honra a tu padre y a tu madre”, un deber,
por lo demás, reconocido universalmente. De su plena y coherente aplicación no
ha surgido solamente el amor de los hijos a los padres, sino que también se ha
puesto de manifiesto el fuerte vínculo que existe entre las generaciones. Donde
el precepto es reconocido y cumplido fielmente, los ancianos saben que no
corren peligro de ser considerados un peso inútil y embarazoso…
(CARTA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II A LOS
ANCIANOS 1999)
“El Valor de la Vida en sus Últimas Etapas”, ésta es el lema elegido para el concurso que la
Pastoral Familiar convoca, con motivo del día de la vida. En esta ocasión
referido a los abuelos, representados en S. Joaquín y Santa Ana, padres de la
Virgen María y abuelos de Jesús.
Bases del II Concurso "El Milagro de la Vida"
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